lunes, 13 de septiembre de 2010

¿QUÉ TIPO DE CIENCIA SOCIAL DEBEMOS CONSTRUIR AHORA?*

Anthony Giddens escribió: "En cualquier circunstancia social sólo hay un número limitado de maneras de enfrentar un choque de valores. Uno es la segregación geográfica... Otra manera más activa es salirse...
Una tercera manera de enfrentar la diferencia individual o cultural es a tráves del diálogo.
Aquí, en principio, un choque de valores puede operar con signo positivo -puede ser un medio para aumentar la comunicación y la autocomprensión... Finalmente, un choque de valores puede resolverse por medio del uso de la fuerza o de la violencia... En la sociedad globalizante en que hoy vivimos, dos de esas cuatro opciones han sufrido una reducción drástica".1
Ahora bien, ¿Cuáles son las implicaciones de los múltiples debates ocurridos desde 1945 dentro de las ciencias sociales para el tipo de ciencia social que debemos construir ahora?, e ¿implicaciones para qué, exactamente?
La cuestión más inmediata se refiere a la estructura organizacional de las propias ciencias sociales. Las estructuras disciplinarias han cubierto a sus miembros con una reja protectora, y no han alentado a nadie a cruzar las líneas.
A medida que nuevas estructuras disciplinarias recién aparecidas formulan demandas cada vez mayores de recursos universitarios e intentan controlar cada vez más directamente los futuros nombramientos, tienden a reducir el poder de las principales disciplinas existentes. Es aquí donde se producirá la mayor presión organizacional para la reestructuración de las ciencias sociales. Esto significa que entre, digamos, 1850 y 1945 el proceso de establecimiento de las disciplinas consistió en reducir el número de categorías en que podía dividirse la ciencia social a una lista limitada que fue más o menos aceptada en todo el mundo y a la cual nos hemos acostumbrado.
En el siglo XIX el principal espacio de comunicación intelectual eran las reuniones académicas nacionales y las publicaciones periódicas científicas nacionales. A medida que esas estructuras fueron superpoblándose, vinieron a remplazarlas en cierta medida coloquios que han florecido en todo el mundo desde 1945. Ahora también ese campo está superpoblado y vemos surgir pequeñas estructuras perdurables de profesionales que están físicamente separados, desde luego con la ayuda de los grandes avances en las comunicaciones que ofrecen las redes electrónicas. Todos estos procesos plantean por lo menos la cuestión de si en los próximos ciencuenta años las universidades, como tales, continuarán siendo la principal base organizacional de la investigación académica, o si otras estructuras -institutos de investigación independientes, centros de estudios avanzados, redes, comunidades epistémicas por medios electrónicos- las siustituirán en una forma significativa.
Hay probablemente tres problemas teórico/metodológicos centrales en torno a los cuales es necesario construir nuevos consensos eurísticos a fin de permitir avances fructíferos en el conocimiento.
El primero se refiere a la relación entre el investigador y la investigación. A comienzos de este siglo Max Weber resumió la trayecoria del pensamiento moderno como el "desencantamiento del mundo". Así mismo, en La nouvelle alliance Prigogine y Stengers piden un "reencantamiento del mundo". El concepto de "desencantamiento del mundo" representaba la búsqueda de un conocimiento objetivo no limitado por ninguna sabiduría o ideología revelada y/o aceptada. En las ciencias sociales representaba la demanda de que la historia no se reescribiera en nombre de las estructuras de poder existentes. Por otra parte, "el rencantamiento del mundo" se propone liberar aún más el pensamiento humano. El problema fue que, en el intento de liberar el espíritu humano, el concepto del científico neutral ofrecía una solución imposible al laudable objetivo de liberar a los estudios de cualquier ortodoxia arbitraria. Ningún científico puede ser separado de su contexto físico y social. Toda medición modifica la realidad en el intento de registrarla. toda conceptualización se basa en compromisos filosóficos.
El segundo problema es cómo reinsertar el tiempo y el espacio como variables constitutivas internas en nuestro análisis y no meramente como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social. Si consideramos que los conceptos de tiempo y espacio son variables socialmente construidas que el mundo utiliza para afectar e interpretar la realidad social, nos vemos frente a la necesidad de desarrollar una metodología con la cual coloquemos esas construcciones sociales en el centro de nuestro análisis pero en tal forma que no seas vistas ni utilizadas como fenómenos arbitrarios.
El tercer problema que se nos presentaes el de cómo superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XiX entre los reinos, supuestamente autónomos, de lo político, lo económico y lo social. En la práctica actual de los científicos sociales esas líneas suelen ser ignoradas de facto. Pero la práctica actual no concuerda con los puntos de vista oficiales de las principales disciplinas.
Es preciso enfrentar directamente la cuestión de la existencia de esos reinos separados, o más bien reabrirla por entero. Una vez que eso ocurra y empiecen a arraigar nuevas formulaciones, es posible que se vayan aclarando las bases intelectuales para la reestructuración de las disciplinas.
¿Qué podemos concluir entonces acerca de los posibles pasos que podrían darse para "abrir la ciencia social"? No hay ningún plano fácilmente accesible en base al cual podamos decretar una reorgnización de las estructuras de conocimiento. Lo que nos interesa más bien es alentar la discusión colectiva y hacer hacer algunas sugerencias sobre caminos por los cuales quizá se podría llegar a soluciones.
Se dice que las utopías forman parte del objeto de estudio de las ciencias sociales, lo que no puede decirse de las ciencias naturales; y las utopías desde luego tienen que basarse en tendencias existentes. Si bien ahora tenemos claro que no hay certeza sobre el futuro ni puede haberla, sin embargo las imágenes del futuro influyen en el modo en que los seres humanos actúan en el presente. De tal manera, en la elección de futuros posibles los recursos son una cuestión altamente política, y la demanda de la expansión de la participación en la toma de decisiones es mundial.
Ahora bien, la tensión entre lo universal y lo particular en las ciencias sociales siempre ha sido objeto de un debate apasionado, porque siempre ha sido visto como un punto con implicaciones políticas inmediatas, y eso ha impedido su estudio sereno. La reacción romántica ante las cncepciones de la Ilustración y su reformulación se centraron en torno a este tema, y ese debate no estuvo desconectado de las controversias políticas de la época napoleónica en cuanto culminación de procesos iniciados por la Revolución francesa. En las discusiones contempóraneas sobre las ciencias políticas el tema ha vuelto al primer plano en gran parte como resultado de la reafirmación política del mundo no occidental combinada con la paralela afirmación política de grupos dentro del mundo occidental que consideran que han sido culturalmente oprimidos. Una importante consecencia organizacional de resurrección de ese debate ha sido el llamado a una ciencia social más "multicultural" o intercultural.
La propuesta radica además en proponer con urgencia la más completa realización de una academia multilingue. La elección de la lenngua a menudo predetermina el resultado. Un mundo en el que todos los científicos sociales tuvieran un dominio operativo de varias de las principales lenguas académicas sería un mundo en elq ue se harían mejores ciencias sociales.
En resumen, el hecho de que el conocimiento sea una construcción social también significa que es socialmente posible tener un conocimiento más válido.
El reconocimiento de las bases sociales del conocimiento no está en absoluto en contradicción con el concepto de objetividad.
1 Beyond left and right, Cambridge, Polity, 1995, p. 19.
* Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales, México, Siglo XXI, 2004.

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