viernes, 27 de agosto de 2010

DEBATES EN LAS CIENCIAS SOCIALES, DE 1945 HASTA EL PRESENTE*

En los años siguientes a 1945, en buena medida tres procesos dieron lugar a que la estructura de las ciencias sociales fuera afectada.
El primero de ellos fue el cambio en la estructura política del mundo. Ésto, producto de la 2a guerra mundial en donde se terminó dividiendo al mundo en 2 estructuras políticas, lo que a su vez dió paso a la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS.
El segundo proceso fue que, un poco más de 2 décadas subsiguientes a 1945, el mundo tuvo un considerable aumento en la población y su capacidad productiva.
Por tercer y último proceso, fue la consiguiente expansión extraordinaria, tanto cuantitativa como geográfica, del sistema universitario en todo el mundo.
Las ciencias sociales y su resultado fue el surgimiento de polos centralizados de desarrollo científico con concentración de información y de capacidad, y con recursos financieros proporcionados ante todo por Estados Unidos y otros grandes estados, por fundaciones y también en menor medida por empresas transnacionales.
Para finales del siglo XIX exisían tres líneas divisorias en el sistema de disciplinas para estructurar las ciencias sociales:
La línea entre el mundo moderno/civilizado y el estudio entre el mundo no moderno. (Historia, Antropología)
La línea entre el pasado y el presente.(Historia)
La línea entre el estudio del mercado, el estado y la sociedad civil.(Economía, Ciencia Política, Sociología)
Después de 1945 la innovación académica dió origen a la creación de los estudios de área como nueva categoría para agrupar el trabajo intelectual.
La superposición creciente entre las tres ciencias sociales nomotéticas tradicionales (economía, sociología, y ciencia política) tenía una carga de controversia menor. A la cabeza de esto estuvieron los sociólogos, que desde la década de 1950 convirtieron en subcampos normales e importantes dentro de la disciplina tanto la "socilogía política" como la "sociología económica".
Las tres divisiones del conocimiento contemporáneo (humanidades, c. naturales y c. sociales), así como las disciplinas que se consideran componentes de cada una de ellas, han luchado continuamente en una serie de frentes diferentes para mantener sus distintas afirmaciones de universalidad.
El universalismo de cualquier disciplina se basa en una mezcla particular y cambiante de afirmaciones intelectuales y prácticas sociales. Esas afirmaciones y prácticas se alimentan mutuamente y son reforzadas a su vez por la reproducción institucional de la disciplina o división.
Las afirmaciones del universalismo siempre han sido hechas por personas particulares, y esas personas generalmente han estado en oposición a personas con afirmaciones rivales. El hecho de que existan visiones particularistas rivales sobre lo que es universal nos obliga a tomar en serio las cuestiones sobre la neutralidad del estudioso. Las ciencias naturales aceptan desde hace mucho el hecho de que el que mide modifica lo medido. Sin embargo, esa afirmación todavía es discutida en las ciencias sociales en las que, justamente, esa realidad es aún más obvia.
* Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales, México, Siglo XXI, 2004.

viernes, 20 de agosto de 2010

LA CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES DESDE EL SIGLO XVIII HASTA 1945*


A lo largo de la historia podemos encontrar una aproximación a la construcción histórica de las ciencias sociales. Parafraseando el texto "Abrir las ciencias sociales de Emmanuel Wallerstein", se escribe lo siguiente: "Lo que hoy se llama ciencia social, es heredada por la sabiduría oral transmitida a través de las edades, y que a menudo en algún momento llega a ser escrita. Esto es, partiendo de la idea de que podemos reflexionar de forma inteligente sobre la naturaleza de los seres humanos, sus relaciones entre ellos y con las fuerzas espirituales y las estructuras sociales que han creado, y dentro de las cuales viven. En buena medida, esa sabiduría no es sino el resultado de una selección inductiva de la plenitud de la experiencia humana en una u otra parte del mundo en periodos larguísimos".


El texto incluye que lo que es conocido como visión clásica de la ciencia, se constituyo partiendo de dos premisas. Una era la del modelo newtoniano en donde hay una simetría entre el pasado y el futuro. Era una visión casi teológica: al igual que Dios, podemos alcanzar certezas, y por lo tanto no necesitamos distinguir entre el pasado y el futuro puesto que todo coexiste en un presente eterno. La segunda premisa fue el dualismo cartesiano, la suposición de que existe una distinción fundamental entre la naturaleza y los humanos, entre la materia y la mente, entre el mundo físico y el mundo social/espiritual.


En algún momento la ciencia pasó a ser definida como la búsqueda de las leyes naturales universales que se mantenían en todo tiempo y espacio.


Alexandre Koyré en Del mundo cerrado al universo infinito, plantea:

"El universo infinito de la nueva Cosmología, infinito en Duración así como en Extensión, en el que la materia eterna, de acuerdo con leyes eternas y necesarias, se mueve sin fin y sin objeto en el espacio eterno, heredó todos los atributos ontológicos de la divinidad. pero sólo ésos; todos los demás se los llevó consigo la divinidad con su marcha".


Al "mundo" al que se refiere Koyré no es el globo terrestre sino el cosmos.


La ciencia natural, tal como se entendía en los siglos XVII y XVIII, derivaba principalmente del estudio de la mecánica celeste. Al principio no se hacía mayor distinción entre ciencia y filosofía por parte de los que intentaban establecer la legitimidad y prioridad de la búsqueda científica de las leyes de la naturaleza. La filosofía comenzó a aparecer cada vez más para los científicos naturales como un mero sutituto de la teología, igualmente culpable de afirmaciones a priori de verdades imposibles a poner a prueba.


Para el comienzo del siglo XIX la división del conocimiento en dos campos ya había perdido el sentimiento de que los dos eran esferas "separadas pero iguales", adquiriendo en cambio un sabor jerárquico, por lo menos a los ojos de los científicos naturales y a su conocimiento cierto (ciencia), distinto de un conocimiento que era imaginado e incluso imaginario (lo que no era ciencia). Finalmente, en el inicio del siglo XIX el triunfo de la ciencia fue consagrado por la lingüística: el término ciencia, sin adjetivo calificativo, pasó a ser identificado principalmente con la ciencia natural.
La necesidad del estado moderno de un conocimiento más exacto sobre el cual basar sus decisiones había conducido al surgimiento de nuevas categorías de conocimiento desde el siglo XVIII, pero esas categorías tenían definiciones y fronteras inciertas.
La historia intelectual del siglo XIX está marcada principalmente por esa disciplinarización y profesionalización del conocimiento, es decir, por la creación de estructuras institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento como para reproducir a los productores de conocimiento.
El ascenso de las academias reales en los siglos XVII y XVIII y la creación de las grandes écoles por Napoleón, reflejaban la disposición de los gobernantes para promover las ciencias sociales. Aunado a esto, el trastorno cultural provocado por la Revolución Francesa impuso cierta clarificación respecto al tema. La presión social había adquirido una urgencia y una legitimidad que ya no resultaba fácil contener mediante la simple proclamación de teorías sobre un supuesto orden natural de la vida social.
El cuarteto de historia, economía, sociología y ciencia política, tal como llegaron a ser disciplinas universitarias en el siglo XIX, no sólo se practicaba principalmente en los cinco países de su origen colectivo, sino que en gran parte se ocupaba de describir la realidad social de esos mismos cinco países.
Así, entre 1850 y 1945 una serie de disciplinas llegó a definirse como un campo del conocimiento al que se le dio el nombre de "ciencia social".
El establecimiento de las estructuras disciplinarias creó estructuras viables y productivas de investigación, análisis y enseñanza que dieron origen a la considerable literatura que hoy consideramos como el patrimonio de la ciencia social contemporánea.
*Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales, México, Siglo XXI, 2004.